11 de juliol, 2011

Una altra sanitat és possible (Montse Montblanch)

Ara que els nostres governants parlen de retallades perquè no els arriben els diners (que ells roben i malgasten), ara que volen suprimir serveis i prestacions bàsiques, crec que és el moment de proposar un nou model de Sanitat que segurament estalviaria despeses innecessàries i malalties provocades.

D’entre els molts canvis desitjables, hi han uns quans punts bàsics pels quals podríem començar:

·         Som responsables de la nostra salut. Això vol dir que:
.          Tenim dret a informació veraç i clara sobre les nostres malalties i sobre la nostre salut.
.          Se’ns ha d’informar sobre quina és la millor manera de menjar.
.          Se’ns ha d’informar sobre les avantatges de l’exercici físic.
.          Se’ns ha d’informar sobre l’ús i avantatges de les tècniques de relaxació i consciència corporal.

·         Tenim dret a la utilització dins el Sistema Públic de teràpies alternatives d’eficàcia clínicament provada (fitoteràpia, homeopatia, acupuntura, etc).

·         Necessitem que disminueixi la medicalització de les malalties (que l’únic que fa és enriquir les grans companyies farmacèutiques). Això vol dir:
.          No receptar fàrmacs si la malaltia no ho precisa, hi ha moltes malalties que es curen amb paciència.
.          No receptar fàrmacs de nou disseny, que son molt més cars, però igual d’eficaços que els antics.
.          No receptar fàrmacs que produeixin efectes secundaris greus, i per tant noves malalties.

·         Tenim dret a que els nostres metges tinguin suficient temps per dedicar a cada pacient, diagnosticant a través del contacte i l’observació, i reduint, per tant les despeses en proves innecessàries (TAC, ressonàncies, ecografies…), i de vegades d’alt risc per la salut.

·         Tenim dret a un naixement digne, les mares han de poder escollir de quina manera volen parir els seus fills :
.          Informació a les embarassades sobre quines alternatives hi ha.
.          No provocació dels parts per conveniència dels facultatius.
.          No acceleració dels parts si no es per risc de la mare o del nadó.
.          Afavorir el contacte mare/fill des del naixement.
.          Afavorir l’alletament, informant i acompanyant les mares.

·         Els malalts terminals tenen dret a la seva dignitat:
.          Informació veraç i clara al malalts i familiars.
.          Necessitat de permetre que malalts, i si no poden els familiars, decideixin sobre el tractament o no de la malaltia.
.          Acompanyament dels malalts terminals en un entorn tranquil.
.          Dret a l’eutanàsia si el malalt ho expressa o ho ha expressat anteriorment.


La majoria de mesures que proposo afavoririen el nostre benestar i disminuirien la despesa sanitària. Hi ha altres debats relacionats amb aquest tema que es podrien abordar en el futur:

·       Paper de l’industria farmacèutica en la crisi actual.
·       Educació del personal sanitari.
·       Foment de la pròpia salut.

07 de juliol, 2011

Politizaciones en el ciberespacio (Margarita Padilla)

"Internet es recursiva e impura. Su arquitectura es su política. Y está inacabada. Se construye y reconstruye en tiempo real en una espiral de oleadas, de bucles y contrabucles, unos bajo la hegemonía de industrias y poderes políticos, y otros propulsados por luchas que dibujan distintas (e incluso contradictorias) imágenes de igualdad y de libertad."


Margarita Padilla escribía estas líneas antes del 15-M, como introducción a las experiencias clave de politización que se han dado en la red en tiempos recientes. ¿Qué han tenido que ver en la genealogía del movimiento 15-M? ¿Cómo se conectan en este nuevo espacio político el dentro y fuera de la red, los cuerpos y el código, la presencia situada y las relaciones deterritorializadas? ¿Sigue siendo la red el único modelo desde el cual pensar este nuevo "despertar político"? ¿Con qué otras formas de relación y de organización se articula?

Descarrega el pdf aquí:

06 de juliol, 2011

Temblad, temblad, malditos (Santiago López Petit)



No es un sueño, es un despertar. Señor Felip Puig, usted es feo. Hay personas feas que son extraordinariamente hermosas. No es así en su caso. Su fealdad es la de la mentira y del engaño. Cuesta mantener la cabeza fría cuando pasan tantas cosas tantos años deseadas. Recapitulemos. Miles de personas toman las plazas y empiezan a organizar otro mundo. La gente sonríe y se junta. El presidente de un parlamento debe ser traído en helicóptero a la jaula principal del Parque Zoológico porque la gente bloquea la entrada. Los desahucios se detienen. Y un grito ensordecedor se deja oír: “Basta ya. Queremos vivir”. Los que toman medidas contra nosotras, los que gestionan esta realidad en crisis, no han entendido aún lo que está sucediendo. Sencillamente, el miedo ha cambiado de bando. Ahora son ellos los que a la defensiva no saben qué hacer y agitan patéticos sus verdades ridículas. Pero ya (casi) nadie les cree.
Tomar las plazas nos permitió levantar una posición en lo que antes era una mar de soledades. Con esta posición ganada pudimos organizar una resistencia colectiva ante las olas de intimidación y de ignominia. Poco a poco fue surgiendo un movimiento que, si bien se enraizaba en el espacio ocupado, iba más allá ya que tomar la plaza significaba en definitiva estar emplazado y comprometido con una lucha que no tiene vuelta atrás. Ahora al desbordar las plazas e infiltrarnos en los barrios, en las empresas, al hacernos incontables en incontables manifestaciones nos hemos constituido en fuerza política. Se trata de una fuerza política nueva que ha descolocado a todos porque es un auténtico puñetazo sobre el tablero de juego. No es una opción política más sino una fuerza política cuya sola presencia obliga a replantear las mismas reglas del juego democrático. Por esto nos acusan de populismo fanático, de hacer antipolítica. Se equivocan, no es antipolítica sino crítica de la política, es decir, invención de otras formas de vida y de gobierno. Cuesta llegar a pensar la radicalidad que comportan los principales lemas del movimiento del 15 J: “No somos mercancías”, “No nos representan”, “La calle es nuestra”. Incluso la frase “el pueblo unido jamás será vencido” adquiere en este momento una credibilidad insospechada. ¿Cuántos años hace que no se oía la rabia digna? Evidentemente, estos gritos –y sobre todo querer materializarlos- es inadmisible para el poder. De aquí que desde hace semanas su única obsesión sea acabar con esta peste que se extiende como una pesadilla. Porque para ellos nosotros somos la peste, el Mal absoluto que desafía el Bien (la democracia, el sentido común), la verdad insoportable que hay que erradicar del espacio público.
¿Cómo acabar con una fuerza política cuya única existencia deslegitima día a día el Estado de los partidos? ¿Cómo acabar con una fuerza política que lentamente agujerea esta realidad opresiva y obvia que nos ahoga? El procedimiento es conocido puesto que el poder en el fondo siempre actúa igual. O destruye o integra. En nuestro caso, la destrucción ha pasado por convertir en problema de orden público lo que es un desafío político, en aislar dentro del nosotros el grupo de los malos y así dividir el movimiento. Ésta ha sido la estrategia puesta en marcha especialmente después del bloqueo del Parlament en Barcelona. La integración ha venido posteriormente al constatar el éxito inaudito de las manifestaciones que proclamaban “La calle es nuestra, no pagaremos su crisis”, a pesar de la impresionante campaña mediática de aislamiento. Vestida de un paternalismo cínico y asqueroso, la integración pretende sencillamente imponer un proceso de identificación que normalice por fin esta fuerza incontrolable e imprevisible. “Todos los partidos pactan llevar al Congreso propuestas del 15-M” (Libertad digital 22 de junio 2011). La estrategia de la “comprensión”, de la “escucha”, empieza cuando ya no hay más remedio. “Escoged vuestros portavoces, formulad un programa concreto, confiad en la democracia parlamentaria…”. Se trata de una llamada a salir de la noche, a definirse mediante las mismas reglas que rigen esta realidad. Ahora la destrucción se hace más sofisticada ya que el proceso de despolitización puesto en marcha es, paradójicamente, una coacción para que haya un retorno a la política clásica, para que abandonemos una política nocturna hecha en primera persona. “Si sois buenos retocaremos la ley electoral. Pero volved a la casa del sentido común. Mejor la democracia imperfecta que el caos”.
No sabemos si estas estrategias tendrán éxito, lo que sí sabemos es que ambas se apoyan en una movilización de la opinión pública. Este es nuestro punto débil: la dependencia respecto a la opinión pública. Hemos llegado a imponer una coyuntura política y, en cambio, muchos de nosotros aún creen que la opinión pública existe y no es así. La opinión pública se produce y se conforma según conveniencia. No existe significa, pues, que se trata de una mera construcción realizada mediante los medios de comunicación que, en la actualidad, son auténticos dispositivos de poder. La opinión pública es simplemente el público. El público que sostiene el espectáculo. La batalla por construir la opinión pública no es por tanto la nuestra. Nuestra batalla es por deshacer la opinión pública: eliminar el público. ¿No gritamos durante las manifestaciones “No nos mires, únete”? “Nadie nos representa” en el fondo quiere decir que para nosotros no hay opinión pública. De hecho es lo que en la práctica hemos comprobado. El uso de internet al permitir mostrar otras verdades hace saltar por los aires la construcción política de la unanimidad reaccionaria. La fuerza política que surge con la toma de plazas no tiene nada que ver con la opinión pública, sí con una interioridad común que todas presentimos. Esta interioridad común es el propio querer vivir cuando se gira sobre sí mismo, es decir, cuando comprende su dimensión colectiva. Nadie sabe qué puede la interioridad común cuando se exterioriza como desafío frente a la inexorabilidad de lo que hay. Lo importante es estar conectados con la interioridad común y entonces seguramente nos daremos cuenta que nuestros mayores enemigos son los viejos discursos políticos, el aburrimiento, y el miedo al vacío.
La fuerza política que surge como fuerza del anonimato no puede ser encerrada en el antiguo molde llamado “nuevo movimiento social” ya que nada tiene que ver con sus prácticas siempre prisioneras de un doble lenguaje: defensa de una identidad, traducción política de la reivindicación, denuncia de la criminalización en términos victimistas. La fuerza del anonimato constituye también un desvarío para los intelectuales y ellos han sido los primeros en postularse para reconducirla: “anuncio de un nuevo contrato social”, “estímulo para regenerar la democracia”, “bienvenida si rechaza toda violencia”… (Abro un paréntesis: es curioso el despertar súbito de tantos intelectuales dormidos por comer demasiado bien. Uno de los ejemplos más divertidos es el de un gurú de la sociedad-red de pensamiento banal y mediocre, que después de apoyar a los socialistas con sus consejos y viendo llegada su derrota, decide apoyar a la derecha catalanista y culmina su transformación paseándose por la plaza tomada para seguir impartiendo lecciones. ¿De qué?) Esta fuerza política que estamos viendo nacer no es comprensible mediante las dualidades usuales: dentro/fuera, militantes/no militantes, construcción/destrucción puesto que su mayor mérito es inventar la gestión de una acción política paradójica en la que, en último término, tendría que poder caber tanto la organización de un referéndum contra los recortes sociales y económicos, como la defensa de los bloqueos y expropiaciones, Dinero Gratis.
Si la fuerza del anonimato atraviesa, en el sentido de profundizar, el impasse de lo político, lo hace cortocircuitando efectivamente la oposición tradicional reforma/revolución. De aquí que hablar de querer radicalizar el movimiento del 15 M sea un planteamiento equivocado sobre todo por anticuado. No se puede radicalizar lo que ya es absolutamente radical. ¿Se puede ir más allá de un NO que involucra anticapitalismo, crítica de la representación, y una pasión por dar veracidad a lo que se hace? En todo caso, lo que sí se puede es contribuir a colmar déficits políticos (la toma de decisiones, la invención de dispositivos organizativos nuevos…). Pero, sobre todo, lo que es fundamental es ayudar a que la fuerza del anonimato expulse de sí el miedo a su propia fuerza. Tenemos que ser capaces de separar este nosotros plural y diverso que se hace presente en cualquier lugar de lo que es la opinión pública. Esto es especialmente importante por lo que hace referencia a la violencia.
Una fuerza política, si quiere tener efectividad, debe saber posicionarse en relación a la cuestión de la violencia. El movimiento del 15 M con su resistencia pacífica ha sido capaz de desenmascarar la violencia de “lo democrático”. La democracia no es “lo democrático”. “Lo democrático”, que es la democracia verdaderamente existente, consiste en una especie de pasta pegajosa mediante la que nos envuelven para atarnos mejor a la realidad. En “lo democrático” caben desde las normativas cívicas a las leyes de extranjería, pasando por la policía de cercanía que invita a delatar. “Lo democrático” es una mezcla deEstado-guerra que hace de la política una búsqueda permanente de enemigos a eliminar, y de fascismo postmoderno que reduce la libertad a opciones personales y admite la diferencia sólo si es claudicante. “Lo democrático” es el aire que respiramos. Se puede mejorar, limpiar, regenerar – y los términos no son casuales – aunque nunca nos dejarán probar si podemos vivir respirando fuego. “Lo democrático” es, en sí mismo, pura violencia en su doble cara: represiva e integradora; así como también la coartada de la violencia que se autodenomina legítima. Desde esta constatación es evidente que ante la pregunta de si condenamos o no la violencia, debemos callar. Callar ya es una manera de hablar. Porque la mayor violencia la ejerce quién decidiendo qué es la violencia pretende obligarnos a que definamos en relación a ella.
Tenemos que asumir la violencia que la fuerza del anonimato, en tanto que fuerza política, necesariamente comporta. Tomar una plaza es abrir un espacio de libertad en la realidad; tomar la palabra es interrumpir el monólogo del poder; poner el cuerpo es resistir absolutamente porque un cuerpo en lucha puede llegar a ser destruido, pero nunca vencido. No tengamos miedo a estar solos ni a fracasar. Dirán que el movimiento del 15 M se ha degradado, que ya no es lo que era. Luego añadirán que “todo nos separa”, que somos incapaces de ponernos de acuerdo, de llegar a propuestas concretas. Es la vieja música del poder, esa melodía triste e impotente que sirve para hundir cualquier atisbo de crítica nueva. Su extrema eficacia reside en que conecta con nuestros propios miedos, especialmente el miedo a experimentar. Nada está cerrado ni la realidad, aunque se presente obvia, está definitivamente clausurada.
Cuando nos acusan de haber traspasado una línea roja tienen ciertamente razón.La peste se extiende. Dos ejemplos recientes. El rectorado de la Universidad de Barcelona tuvo que anular la entrega de la medalla de oro (4000 euros) a un antiguo presidente de la Generalitat, porque según dijo, era imposible asegurar el carácter académico del acto. En la junta de accionistas del Banco de Santander, un infiltrado denunció tanto la corrupción como el papel jugado por el banco en la economía del país. Efectivamente, los apestados llegan cada vez lejos con sus provocaciones. Estamos ante un cambio histórico, el temido despertar político mundial que anunciaba el consejero de tantos gobiernos americanos y cofundador de la Trilateral, Z. Brzezinski. El Sr. Felip Puig ha decidido formar una nueva unidad de la policía especializada en la lucha contra la guerrilla urbana. Una vez más se equivoca. Para terminar con la peste tiene que empezar a fumigar las plazas, las universidades, las escuelas… todos los emplazamientos en los que el querer vivir se hace desafío. La peste lleva cada vida al extremo de sí misma, quita las máscaras, sacude la inercia de la normalidad. Hasta ahora nos han regalado el miedo para vendernos seguridad. Esta ha sido la historia de las sociedades capitalistas. ¿Pero qué seguridad pueden ofrecernos cuando nos han robado el futuro? Sin futuro, el miedo desaparece. La realidad, esta realidad injusta y miserable, nos hace cada vez más valientes.

02 de juliol, 2011

Hacia la insurrección europea (Franco Berardi 'Bifo')



[Traducción: Diego L. Sanromán]

Europa es un producto de la mente

Primavera de 2011: Europa está al borde de la catástrofe porque el dogmatismo neoliberal impone el diktat de la clase financiera sobre los intereses de la sociedad. ¿Qué sucederá en los próximos meses, en los próximos años? En Italia estamos hasta tal punto (y es comprensible) concentrados en la bufonada que sigue representándose ante nuestros ojos que corremos el riesgo de pensar que el enemigo de la sociedad es Silvio Berlusconi, y que una vez nos libremos del bribón todo marchará decentemente. La realidad es muy diferente. El centro-izquierda, si es que logra vencer en las próximas elecciones, será, en manos de la clase financiera, un instrumento mejor afilado para llevar a término el crimen que se está cometiendo contra la civilización social.
El enemigo de la sociedad es el Banco central. Es el dogmatismo neoliberal el que está provocando una catástrofe sin precedentes.

En 1933, en su Discours à la nation européenne, Julien Benda escribe las siguientes palabras: “Construiréis Europa gracias a lo que digáis, y no a lo que seáis. Europa será un producto de vuestra mente, no un producto de vuestro ser. Y si me respondéis que no creéis en la autonomía de la mente, que vuestra mente no puede ser otra cosa que un aspecto de vuestro ser, entonces declaro que jamás construiréis Europa. Porque no existe un ser europeo”.
Benda afirma que no existe una identidad europea: ni étnica, ni religiosa, ni nacional. Ésta es la fuerza y la belleza del proyecto europeo. Afirma que Europa solo puede ser producto de nuestra mente. Yo quisiera añadir: producto de nuestra imaginación. Y es que el problema de Europa está hoy precisamente aquí: la clase dirigente europea, y también la intelligentsia europea, si es que algo semejante existe todavía, ha perdido toda visión, toda capacidad de imaginar el futuro, y solo es capaz de reafirmar los viejos dogmas fracasados de la acumulación capitalista, del crecimiento económico obligatorio y del beneficio financiero. Esto está conduciendo claramente a la sociedad europea hacia la catástrofe.

¿Qué fue Europa en el siglo pasado? Como previó Benda, fue el producto de una visión. En 1945, Europa fue la visión de una construcción política que superaba la oposición filosófica entre ilustración y romanticismo, la oposición entre Razón universal e identidad cultural. Era la visión y el sueño de un mundo de paz, el sueño de un proceso posnacional. Ésta fue la fuerza y el atractivo de la idea europea.

Después, en los años 70 y 80, Europa se convirtió en el proyecto de superar la oposición entre Este y Oeste, entre socialismo y valores democráticos. También fue la expectativa de prosperidad para todos. El levantamiento del 89 y la consiguiente unificación fue la realización de aquel sueño europeo.

La prosperidad ha sido el plano de identificación común de los viejos y los nuevos ciudadanos europeos. Pero cuando el declive del dominio occidental sobre la economía mundial ha empezado a poner en cuestión  la prosperidad europea, ¿qué ha pasado con las expectativas políticas de Europa? Europa, una vez contemplada por muchos pueblos como el símbolo de la esperanza y como un objeto de deseo, se ha transformado de improviso en un símbolo de opresión económica y en estandarte del empobrecimiento.

En un artículo publicado en el New York Times, cuando la crisis europea acababa de explotar, Roger Cohen observa que lo que resulta más inquietante de la situación no es tanto la perspectiva de un hundimiento financiero cuanto la ausencia de visión en las declaraciones de los líderes europeos. Lo único que son capaces de repetir es que hay que respetar los criterios de Maastricht, que hay que pagar las deudas y que los bancos han de ser protegidos a expensas de los salarios, de las pensiones y de la educación pública.

Visión o gobernanza

¿Dónde se encuentra el pensamiento creativo en el espacio europeo de nuestro tiempo? ¿Dónde están los creadores que puedan producir la visión y la imaginación que, según Julien Benda, son el prerrequisito vital de Europa?

Los pensadores son una especie extinta en Europa. El conformismo y el dogmatismo son los rasgos dominantes del discurso público. En los años 70, la filosofía francesa fue capaz de prefigurar la evolución del capitalismo neoliberal y la costrucción del control biopolítico sobre la vida social. Pero la última generación, la generación de los ex estalinistas-maoístas transformados en apologetas de la democracia de mercado, es incapaz de cualquier pensamiento creativo. Es una generación de arrepentidos y de cínicos.

Europa necesita pensamiento, y no dogmatismo servil.

Jürgen Habermas, hace algunos años, supo hacer una contribución basada en la generosa idea de que la comunicación es un espacio de diálogo abierto y una fuerza para la democracia. Pero la experiencia italiana de los tres últimos decenios ha venido a probar con creces lo contrario.
Niklas Luhmann supo conceptualizar la forma actual de la realidad europea, revelando de forma realista que el gobierno democrático ha sido sustituido por la tecnocracia y la gobernanza. ¿Cuál es el significado de este término, a menudo empleado como una fórmula mágica esotérica, enfatizado pero no explicado? Definiré la gobernanza como un poder basado en la información sin significado. Gobernanza es la palabra clave de la construcción europea: pura funcionalidad sin intención. Automatización del pensamiento y de la voluntad. Incorporación de conexiones abstractas en la relación entre organismo vivientes. Sumisión técnica de las elecciones a la concatenación lógica.

Europa es la perfecta construcción posmoderna, en la cual el poder se encarna en instrumentos tecno-lingüísticos de interconexión e interoperatividad.

La entidad europea fue concebida desde el inicio como una posibilidad de superación de las pasiones: nacionalismo, ideología, pasiones culturales, peligrosos signos de pertenencia. Ésta ha sido la contribución positiva de Europa a la evolución de la historia política, pero este espacio vacío de identidad se ha rellenado con el absolutismo del dogma económico.

La gobernanza es la sustitución de la democracia y de la voluntad por un sistema de técnicas automáticas que constriñen la realidad dentro de un contexto lógico que no puede discutirse. Estabilidad financiera, competitividad, reducción de los costes laborales, aumento de la productividad: la arquitectura sistémica de la Unión se basa en estos fundamentos dogmáticos, que no pueden ponerse en cuestión porque están incorporados al funcionamiento de los subsistemas técnicos de gestión. Ninguna enunciación o acción es operativa si no resulta compatible con las reglas incorporadas a los dispositivos tecno-lingüísticos de intercambio.

Insurrección europea, autonomía del cognitariado precario.

Hasta ahora nadie había puesto en cuestión la construcción dogmática y la ideología de la gobernanza, pues la prosperidad era un buen sustituto de la democracia. Pero ahora la situación parece dirigirse peligrosamente hacia el derrumbe y si Europa cae, las puertas de la violencia y del nacional-populismo están abiertas de par en par.

Dado que Europa no es una democracia y las decisiones no las toma nunca un organismo elegido democráticamente, ¿qué es lo que puede ocurrir en los próximos meses y años? El Parlamento europeo es un lugar puramente simbólico y no tiene influencia alguna sobre las decisiones del Banco Central, que es el único decisor real (o mejor: el intérprete de las reglas monetaristas encarnadas en la maquinaria de la gobernanza financiera). En consecuencia, el único modo de frenar la carrera hacia el abismo es la insurrección. Solo la insurrección europea puede despejar la niebla y los miasmas de la recesión, de la violencia, del empobrecimiento y del fascismo, y abrir una nueva historia que está al alcance de la mano.

La nueva historia se basa en la liberación de la potencia del intelecto general, de las potencias de la investigación y la innovación técnica, de la creación científica. Renta de ciudadanía, redistribución de la riqueza y expropiación de los recursos acaparados por las corporaciones financieras son las premisas de tal liberación.

En este punto, empezamos también a corregir cierto idealismo y cierto voluntarismo que pueden encontrarse en las palabras de Julien Benda, cuando dice que Europa será solamente la construcción de nuestra mente. Ahora sabemos que la mente no es algo que pertenece al individuo aislado, algo que actúa en un espacio abstracto. La mente es la red del trabajo cognitivo: intelecto general, núcleo de la producción social.

El trabajo intelectual está siendo atacado y el capitalismo financiero está tratando de desactivar la fuerza de millones y millones de cognitarios, que son el verdadero recurso de Europa. Los pueblos europeos se encaminan hacia la insurrección. Solo quien está obnubilado por el dogmatismo puede dejar de verlo. Lo que ocurrió en Londres y en Roma en diciembre de 2010, lo que ha ocurrido en España en mayo de 2011, lo que ocurre cada día en Grecia es solo el inicio de una onda que se expande e inevitablemente se radicalizará.

Nuestra tarea es organizar la insurrección. La insurrección está en las cosas.

Nuestra tarea es suscitar la conciencia de los precarios cognitivos, organizar su colaboración política e intelectual, hacer posible la autonomía de su actividad fuera de las reglas del mercado.
Para eso, debemos movilizar los recursos: dinero, espacios, instrumentos técnicos.
La insurrección es el proceso que dará al cognitariado precario la fuerza para obtener aquello que le es necesario.