17 de novembre, 2010

Crash (J.G.Ballard per el Lector Mal-Herido)

El crític més impenitent, impertinent, demolidor, salvatge i odiat de l'actual bordell literari espanyol, el Lector Mal-Herido, aka Alberto Olmos (escriptor a estones notable) publica al seu blog lector-malherido.blogspot.com aquest text summament intel·ligent. Perdoneu-li els fums. És una qüestió d'estil.


Desde que madame Bovary (cap. 2, parte III, Madame Bovary, Gustave Flaubert, 1857) folló en un carruaje con las cortinillas echadas, muchos lectores se han quedado con las ganas de saber si se corrió. SegúnPrudencia Fulbright (sin relación alguna con las galletas Oreo), Emma (Bovary) se corrió, dado que el asfaltado de la calle no se realizó hasta la 8ª edición de la novela, y Flaubert no corrigió los baches que provocaron (y no la polla de León) que la madame infiel alcanzara el gritito consabido dentro de su calesa, pequeño papamóvil de mamadas y pelucas.

Ahora es 1973. Ballard (lo cuenta Perico Ponzano en su libro Cómo cojones se le ocurrió a Ballard un argumento tan morboso como el de su novela Crash,Etiopía, 1999: hay edición española: Barcelona, 1978) Ballard, decía, leyó en 1972 Madame Bovary, que no la había leído nunca porque le importaba tres cojones Flaubert, y, siendo que no le gustó mucho, se dijo, dice Ponzano: "Eso de follar dentro de un carruaje es casi visionario; sólo casi." Y rio toda la tarde.

Y toda la noche. Y hasta que no le metieron las uvas en la boca, feliz 1973, no dejó de reírse y se puso conCrash, novela del carruaje moderno y el polvo de toda la vida.

Crash nos sugiere conexiones impertinentes con la Divina Comedia. Hablo del narrador testigo. El narrador testigo es uno de los recursos más fascinantes de la historia de la literatura. Os cuento por qué antes de que me invente otro experto falso.

No, qué coño: me lo invento. Felisberto de la Gomina, en su obra Narrador testigo, un excurso para ligarme a mi novia (Guatemala, 1957, 89ª edición: en Guatemala llaman "edición" a cada ejemplar; putos memos) nos dice lo siguiente: Amada Camila Josefa: ¿por qué no me querés? Si no me querés ahora me querás cuando acabe mi excurso sobre el narrador testigo.

Y Felipe (Felisberto) lo acabó. El narrador testigo es un intento, exitoso, de retardar la médula narrativa para incentivar su interés. No sé si os habéis dado cuenta de que Kurtz (El corazón de las tinieblas,Conrad, polaco) no tiene el menor puto atractivo: es el eco de su atractivo lo que nos resulta atractivo. Si Dante hubiera ido directamente al infierno y pisos superiores por su propio pie, todos hubieran dicho, ja, Dante, pintamonas, qué sabrás tú del infierno y sus rellanos. Pero como Dante se sacó de la manga aVirgilio (ojo, no por ser Virgilio: sino por ser el que sabe) todos nos creemos que ese gilipollas italiano bajó al infierno y demás espacios inquietantes.

Por lo tanto, el personaje clave de una novela con narrador testigo es ese "experto" que se nos insinúa cada tanto, que deja caer un par de frases rimbombantes, que sabe más que el narrador testigo pero que nunca dice lo que sabe. Porque el escritor usa el narrador testigo cuando no es capaz de decir lo que sabe, dado que en realidad no lo sabe: es una intuición, un regusto del conocimiento, que sólo puede transmitirse como regusto, no como postre lácteo.

Asina: Dean Moriarty en On the road (Kerouac), Kurtz en El corazón de las tinieblas, Virgilio en laDivina Comedia y Rubalcaba en el Psoe son el ideal inalcanzable, sobre el que pivota la novela y el partido en un intento, exitoso, ya decimos, de contar el fuego a partir de sus fulgores, y no de sus llamas.

Uf.

El narrador testigo de Crash conoce a Vaugham, que es el que sabe, el que mola, el que está a otro nivel. El narrador testigo de Crash, sin embargo (error), está al mismo nivel que Vaugham: siempre que aparece su vida privada, ese narrador testigo resulta exactamente tan cerdo, tan cabrón, tan sexual, tan enfermo como luego veremos que resulta Vaugham. Ahí la novela se le complicaba a Ballard, porque tanto su narrador testigo como su personaje ideal jugaban al tenis con la inteligencia de la novela, pasándose de mano en mano las ideas, reflexiones y lances sobre "sexo y tecnología". Se empezaba a notar que Vaugham y el narrador testigo eran el mismo personaje.

Es entonces (pag. 98, Ed. Minotauro, verde) cuando JG Ballard soluciona el marrón. Qué hace. Esto: decide llamar (ahí, en la página 98) Ballard a su narrador testigo, con lo cual mete al lector en un pifostio interpretativo suficientemente embrollado (¿Ballard?, ¿no se llama Ballard también el autor de esta novela que leo?) como para separar en nuestra cabeza de forma efectiva al narrador testigo y al personaje ideal.

Uf. 

Esta teoría sólo tiene una pega: que yo haya leído la novela muy rápido y resulte que "Ballard" aparece en la página 8. ¡Hijo de puta! Con lo bien que me quedó.

Sigo. 
Crash va de follar en los coches. Pero también va de lo mismo que luego irá El club de la lucha (Palahniuk, 1996): de volver a la caverna. El consumismo no trata de que uno sólo piense en comprar cosas, sino de que esas cosas forman montones muy grandes, y debajo del montón está tu cuerpo, inmóvil. Mover el cuerpo como dios manda, o sea sé, follar o matar, sentirlo, es un temita muy interesante que da aliento a estas novelas postmoderno-tribales, que los gilipollas dicen que van de la postmodernidad, cuando de lo que van es de la tribu.

Crash no va de los coches, ni de follar en los coches; va de estrellar los coches para volver a follar. 

Y, finalmente, hay que decir que el sexo en Crash es una puta mierda. Al decir pene y vagina, las escenas de sexo parecen ensamblajes de la General Motors en Detroit. No sólo no son excitantes, sino que son idiotas.  Ejemplo: "Mientras apretaba el glande contra el cuello del útero...". 

Por favor. Le metí la polla en el coño. 

Eso es tribu.

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