19 de gener, 2008

Cocktail: Varga avec Bordeaux

Una remota teoría dadaísta que ha terminado imponiéndose por abatimiento del detractor postula la existencia en la Burdeos DF Peripheria (alias Pessac) de ciertos pintorescos lugares llamados Village. Esta estirpe de colmenábulos atlantes parte de tecnocracias lego-playmobílicas para alcanzar grados de confort propios de cualquier sociedad bienestante, en particular la nuestra no, con sus buzones y sus salas de televisión y sus mesas de ping-pong, ese tipo de cosas.

En una de las chambres del Village 4 (cual reos los numeran) anda la bella Tania, amasando con delicadeza los pechos de sílfide con los que ha sido dotada por Dios bendito y ignorando, fiel a su costumbre, el postrer desastre que el peluquero ha llevado a cabo con su robusto cuero cabelludo. Leves golpecitos en su puerta de conglomerado la apartan graciosamente de su meticulosa labor, erectos los pezones, y frágil se encamina hacia la entrada, cómo puede cambiarte la vida en un abrir y cerrar de piernas, digo yo.

— Theodore! Ça va?

Theodore, don nadie amante del deporte y del humor pobre que dedica sus mañanas a estudiar y sus tardes a pasearse en minifalda por los Villages, de modo sospechosamente aleatorio, mostrando con énfasis a los huéspedes las tarjetas amarillas que como árbitro va a tener que mostrar a los leñadores en un match que nunca llega.

— Salut, Tania. C’est Jose, tu te rappelle? Quelque chose va pas bien.
— Tu veux faire l’amour?
— Pas maintenant, belle.

Pero claro, unos pezones erectos, Tania y lo demás y el arbitruzco reventado, je t’aime beaucoup, d’acord je va rester dormir, la embriagadora noche burdelesa ciñéndose cual manto mortuorio sobre los enloquecidos amantes, luego los besos y el cigarro (si fumaran) y el cuarto de cama para Theodore, modorra impropia del buen deportista, bona nuit, mon amour, bona nuit.



Unos pasos, de repente, unas voces.

— Esto no va a funcionar.
— Si está en Burdeos, ella lo sabrá.
— Sí, pero no estará.
— No jodas. Es el único sitio que queda.
— Hay más.
— Vete a la mierda, catalán.
— Vete tú, que te queda más cerca.

El aspecto de Varga y Garrido es francamente reprochable. Huelen mal, y están hasta las pelotas de la amistad y de todo lo que hay que hacer en su nombre, van a joder al Indio, vaya si lo van a joder. ¿Era ésta? Prueba a ver.

— C’est tros tard, putain de...
— Tania, perdona por despert...
— Mons petits garçons espagnols! Mais entrez...
— Te lo he dicho, joder, no va a funcionar.
— Tania, te acuerdas de Jose? Joooseee?
— Oh, Quelle chance, petits garçons espagnols...
— No voy a soportar esto mucho más, Varga.
— Déjame a mi un momento. Salú, Tania...
— Ese acento.
— Vete a cagar.
— Tu veux faire l’amour?
— No, eh... Tu te rapelé de Jose, notre ami, Tania?
— Jose? Ôu est Jose? Je l’aime beaucoup aussi!
— On zerche Jose, on cruá que se ici, tu l’a vú?
— Mon petits garçons espagnols...
— Grandes ideas las que salen de tu cerebro Varga. Tania lo sabrá, Tania...

En estas, los edredones en movimiento y ahí el árbitro Theodore que se incorpora arrastrando el alma, pero olvidando su pene en el colchón, cada día no es Navidad, ça va, tu a vu Jose, ça va.
Así, hurtándose al vigilante, los dos follantes y los dos náufragos en pos de la verdad, atraviesan la densa noche periférica de las universidades más pobladas del viejo continente, esforzándose en sus andares para no oír de primer centímetro los gritos de Theodore ça c’est la pene máxime i los suspiros de Tania veux faire l’amour pas maintenant.

— Nos están esperando en el uno, ostia, no me vengas con nostalgias.
— Nos hemos pateado medio globo. No vendrá de diez minutos.
— Que te jodan!
— A ti.
— Venga, Pepe...
— Si hay luz, hay luz.
— Estarán limpiando.
— Venga, Varga, una por los viejos tiempos...
— Eres un hijoputa.
— Serlo lo soy. Pero el ser... ¡Qué gran misterio!

El Veracruz, anverso de la Maison d’Archeologie, merdional del DEFLE, neuralgia del campus y de los menús universitaires, tenía luz en su interior.
(Entraron)
(Dispuestos a consumir cerveza)
(En honor del Indio, si hacia falta)
(Pero sólo una)
(Bueno, habría que ver)
(Vete a la mierda)
(Tú)

En el bar no había nadie limpiando a esas horas; de hecho, nadie limpiaba en el local ni a esas horas ni a ningunas, tanto no habían cambiado las cosas en Burdeos, tanto no. Pero ahí estaban todos.

— Me cago en Dios, ¿no habíamos quedado en el uno?
— Sí, en el uno. ¿Qué hacéis aquí?
— ¿Y vosot...
— Déjalo.
— ¿Algo de Jose?
— Nada. ¿Vosotros?
— Nada.
— Mon petits garçons espagnols...
— ¿La privamos?
— A su salud.

Y ahí, bebiendo, sin saber nada del Indio, preocupados y a su vez complacidos de que fuera precisamente él quien les había llevado al reencuentro en la paterna ciudad, otra cerveza, y el año pasado, pero el Indio, yo lo vi todo, se daban besos, cabrón del Indio, bebiendo todos los de entonces pero nunca más los de entonces, estará solo el Indio, te acuerdas con la Dyc hasta el Village, que se caía el muy, una bomba en La Lune, hijoputas, si es que están en todos los lados, no metas a Atotz en esto, vete a cagar, ve tú, y será una broma, pues una broma no, esto no, no jodas, no es una broma,, un regalo, eso es lo que parece, parece que es, ya sabes, del Indio y para él, un regalo.

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